Cuando todos los
seres sobrenaturales parecían ser insuficientes, aparecen los muerde muertos.
Los muerde muertos no son vampiros, ni zombis, ni monstruos. Son seres sobrenaturales, con extrañas
habilidades y un particular oficio: morder muertos.
Muerde Muertos es una novela epistolar,
una de las primeras gratificaciones que pude encontrar al inmiscuirme en su
mundo. La novela epistolar es un estilo que ha de serle propio a la literatura
de terror, pero que, sin embargo, parecía abandonado. Es un estilo excepcional,
que podría compararse en su efecto con el falso
documental, tan popular en las películas de terror contemporáneas. Estos
estilos permiten suspender nuestra incredulidad más fácilmente que una tercera
persona (en la novela) o grandes efectos especiales (en el cine). En Drácula, por ejemplo, Stoker se vale de
este estilo epistolar para otorgarle a su historia la verosimilitud tan difícil
de conseguir en este género que tanto nos deleita.
Las cartas,
en Muerde Muertos, cruzan el
Atlántico en busca de respuestas. Otro elemento interesante y fecundo en el
mundo gótico, y que también encuentro fascinante. El Viejo Mundo con sus secretos y misterios milenarios se
comunica con el Nuevo Mundo, lleno éste de anhelos por aquello que aquel mundo
del que viene le esconde. Esa verdad oculta y sobrenatural se oculta en un
Tratado que obsesiona a Blass, un viejo coleccionista de libros que, desde
Buenos Aires, negocia (de alguna manera) con Jesús, un ex periodista
investigador. Blass ofrece como trato por el libro, una verdad: revelarle a
Jesús lo que realmente ha ocurrido con su desaparecido hermano, Ignacio.
Cada uno de
los narradores tiene su estilo. Poético uno, periodístico el otro; lo que
enriquece literariamente la obra y es uno de los deleites que me provoca la
buena literatura epistolar. La verosimilitud es impecable. Existen momentos en
los que verdaderamente el lector siente estar ante la correspondencia que
mantuvieron estos dos personajes durante algún tiempo.
Otro elemento
gótico que no debe faltar para lograr este tipo de obras es la muerte. La
muerte acompaña a estos personajes en cada momento, desde el instante en que
Jesús acepta la búsqueda. La muerte está a su alrededor como nunca en su vida
lo ha estado. La muerte y su deseo de ella, su rechazo hacia ella y la idea
gótica de regresar de ella.
Jesús no
busca vampiros o zombies (al menos no en el sentido tradicional), busca un
tratado sobre el oficio de muerde muertos. Pero es imposible no pensar en él
como un Van Helsing; y no me refiero a Huge Jackman, sino al auténtico Van
Helsing, un viejo cazador de monstruos cursando los últimos días de su vida y
viviendo, también, la más grande de sus aventuras.
La búsqueda de
la verdad es un elemento romántico que se presenta en la obra. El ocultamiento
de la verdad es el mal. La lucha de estos personajes se trata de eso, de
revelar la verdad vedada. Los misterios se van descubriendo poco a poco para
uno y para otro personaje. Blass intenta mantener su poder ocultando la verdad
a Jesús, una verdad que promete revelar cuando este le consiga el Tratado.
Muerde Muertos es una novela gótica
espléndida como pocas en esta época. El mundo sobrenatural se entrelaza con el natural
creando un submundo que jamás puede ser comprobado o demostrado. Un mundo como
el que nos rodea, pero que nos esconde cosas, elementos y situaciones que
nuestra razón nos impide aceptar.
Los Muerde
Muertos son hombres cuya profesión es
un misterio y la única prueba de su existencia es el tratado. Estos nuevos
seres sobrenaturales que se presentan en la novela son perturbadores y
originales. Un nuevo elemento sobrenatural nace en el gótico argentino: Los
Muerde Muertos. Dignos seres de trascender su propia obra. Me pregunto si
regresarán algún día o si permanecerán resguardados en la oscuridad de esta
novela para siempre, ¿será que sobre ellos sólo conseguiremos estas cartas? Personalmente, espero ver algún día aquel
tratado que tanto añoran Jesús y Blass.